Todos somos los indignados
18 octubre 2011
Un sentimiento de agitación ha invadido al mundo. En los últimos días y semanas hemos visto a miles de ciudadanos provenientes de todas las esferas de la sociedad congregados en distintas ciudades alrededor del mundo para exponer pacíficamente sus demandas de cambios profundos. Este creciente movimiento de indignados que protestan se ha caracterizado por la diversidad de los que salen a las calles para marchar, protestar y hacer ocupaciones. Las demostraciones se han extendido a los grandes centros financieros, desde el movimiento ‘Ocupar Wall Street’ en Nueva York a protestas en la City de Londres y frente al Banco Central Europeo en Francfurt. Miles han marchado en calles de Santiago, de Tokio y de El Cairo. Estas personas, tras diferentes causas y demandas, están unidas no por una ideología o lealtad política, sino para expresar su indignación y frustración ante las realidades económicas y políticas existentes, las cuales les han fallado a ellos y a otros de sus conciudadanos.
De todas las causas propugnadas por este movimiento, la que ha resonado con más fuerza ha sido el rechazo a la actual naturaleza especulativa del capitalismo financiero global, responsable de crear la burbuja que reventó en 2008 dejando a la economía global en un caos y responsabilizando a los contribuyentes por el costo. Es inaceptable que esos bancos que obtuvieron grandes ganancias del endeudamiento de estados e individuos, hayan sido capaces de socializar sus pérdidas como pudimos verlo en los inmensos rescates de 2008 y 2009, sin mediar severas restricciones o regulaciones posteriormente. Observar un retorno de la búsqueda de ganancias desmedidas a través de riesgos especulativos dentro de tan corto espacio de tiempo es una afrenta para aquéllos que sufren las políticas de austeridad en la economía real, quienes, con toda razón, dirigen su indignación hacia aquéllos que han adquirido una inmensa riqueza al promover complejos esquemas financieros. Junto con no entregar un beneficio tangible a nadie que se encuentre fuera de la burbuja económica, este comportamiento precipitó directamente la crisis financiera global con su destructor impacto sobre las vidas de cientos de millones de personas alrededor del mundo, y que ha resultado en una disparidad cada vez mayor entre el ingreso y la riqueza en esas economías.
Mientras los banqueros continúan beneficiándose de los fondos estatales y de las fisuras tributarias, los efectos de los recortes se hacen sentir con un alza del desempleo, una baja en los salarios y un empeoramiento de las condiciones laborales. Los valores y principios del movimiento socialdemócrata están del lado de los miles de individuos que se unen para condenar esta injusticia, y la Internacional Socialista está hoy junto a aquéllos que por medio de estas demostraciones buscan un sistema financiero justo, y asegurará que sus demandas sean escuchadas. Es igualmente crucial no permitir que los conservadores y aquéllos con interés en mantener el status quo no tergiversen estas iniciativas esparciendo el temor a la anarquía y al caos, sino reconocer los objetivos comunes con los que protestan, objetivos que el movimiento progresista siempre ha defendido: más y mejores empleos, respeto a las personas por encima del capital, salud y educación gratuitas.
Hace ya tres años desde el comienzo de la crisis financiera global, y durante este tiempo la Internacional Socialista ha ubicado el cambio que es tan necesario en las finanzas mundiales, al centro de su agenda. En este periodo, en el trabajo de diferentes órganos de nuestra Internacional hemos analizado los desequilibrios e injusticias que existen en el actual sistema y propuesto respuestas confiables, autoritativas y posibles para abordar el orden económico de hoy de una manera socialmente responsable. De acuerdo con estas posiciones, mantenidas desde un largo tiempo, la Internacional permanece hoy en solidaridad con los que participan en un movimiento inspirado en un honesto deseo de hacer una diferencia. Luego de años durante los cuales las supuestas virtudes de una sociedad individualista han sido pregonadas por muchos, es refrescante constatar a diario el renacimiento de desinteresados ideales de cooperación y de humanidad compartida demostrados por estos activistas.
La Internacional Socialista reitera su llamamiento a los líderes mundiales a mostrar una debida consideración por los intereses de la mayoría, adoptando una acción unificada para contrarrestar lo que más que nunca es una crisis global, algo que ha estado faltando hasta la fecha luego de los decepcionantes resultados de sucesivas Cumbres del G20. Una demostración coordinada de multilateralismo por parte de los gobiernos para reconocer que un futuro más justo y próspero es posible tratando de resolver la cortedad de miras de aquéllos que se guían por intereses y ganancias personales, y moviéndose hacia una visión más durable de una economía global que recompense la responsabilidad y no el riesgo, sería un paso en la dirección correcta. Para lograr este objetivo se necesita una acción que implemente iniciativas tales como un impuesto global sobre las transacciones financieras, por el cual la IS ha estado pronunciándose por algunos años y que podría generar ingresos, al mismo tiempo que reducir la rentabilidad de las transacciones que implican más riesgo y son socialmente inútiles.
Un daño adicional está presente en el desmedido papel que cabe hoy a las agencias de clasificación crediticia, en momentos en que muchos gobiernos luchan con las consecuencias de una agobiante deuda soberana. El hecho de que gobiernos electos sean desestabilizados por entidades que no responden a nadie por sus acciones es una amenaza a los principios mismos de la democracia, por lo que la influencia de estas agencias debe reducirse.
Nuestro movimiento global ha sido consistente en dar la prioridad a una recuperación basada en un crecimiento sostenible de la economía real, y no a otra burbuja especulativa sujeta a reventar en cualquier momento. Con más y mejor gobernanza global, con reforma de los mercados y de las instituciones y con una distribución más justa de los recursos, podemos rediseñar un sistema financiero para beneficio de muchos en lugar de unos pocos, dando mayor seguridad, estabilidad y justicia social. El desafío es transformar la urgencia, la determinación y el firme propósito de la calle en una acción política concreta. Cumplir con este desafío debe ser la tarea de nuestra Internacional hoy día.